Desbordamientos y correspondencias en el arte del
Caribe y Centroamérica
En una tentativa de síntesis, el Caribe insular y Centroamérica funcionan como dos caras de una misma moneda. Si bien numerosas razones les singularizan, no son pocas las correspondencias que los aproximan. Bendecidos por el Mar Caribe, a veces calmo, otras tempestuoso, el primero —con la inclusión de Guyana, Guayana Francesa y Surinam— subsiste a merced de un pasado colonial común, la fragmentación geolingüística y las “bondades” de constituir un paraíso tropical. La Centroamérica predominantemente mesoamericana, con los “eslabones sueltos” de Belice y Panamá, que no parecen encajar dentro de ese concepto identitario, arrastra consigo el estigma de las grandes bananeras, con sus implicaciones.
Una amplia zona en las narrativas del arte contemporáneo en dichos territorios y sus diásporas responde a sus complejas realidades. Los artistas indagan en sus contextos de vida, ahondan en historias y conflictos cuyas secuelas laten irresueltas en el tiempo y el espacio; rescatan memorias ancestrales, deconstruyen los remanentes de la colonialidad, los desajustes entre género, raza y autoridad, o posan la visión crítica en el desplazamiento galopante, por citar ciertos tópicos objeto de sus reflexiones.
Salvo honrosas excepciones, el Caribe y Centroamérica no superan las retóricas tardomodernistas hasta los años noventa del pasado siglo, cuando fructifica en ellos una sensibilidad de “avanzada” indetenible. Toda intención taxonómica pasa entonces por reconocer una solvencia lingüística, conceptual y temática al día, desbordante. Ya no puede hablarse de creadores anclados en una disciplina, inmutables. Quienes producen arte operan desde postulados expansivos, inter, multi y transdisciplinares. Mientras las prácticas colaborativas o relacionales toman cuerpo en plataformas y colectivos o por intermedio de los artistas gestores, pedagogos y activistas-artivistas.
No es propósito de este número historiar al pie de la letra el devenir de las expresiones visuales caribeñas y centroamericanas. Por fortuna, ya existe una generosa información al respecto en libros y catálogos. El concepto editorial se adentra en lecturas de máxima contemporaneidad —sean estas inherentes a la creación, como al ejercicio de la crítica—, a través de las voces autorizadas de Yolanda Wood Pujols, Carlos Garrido Castellano, Dominique Brebion y Miguel A. López, así como de los proyectos de dos extraordinarias creadoras: Lucía Madriz y Tabita Rezaire.
Consecuente con la apertura de triangulaciones multidireccionales del Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria (CAAM), la revista reserva un espacio promocional estable para los artistas del contexto canario. En esta oportunidad, contiene la entrevista realizada por Grego Matos a Esther Aldaz. Elección pertinente: Aldaz cuenta con una proyección ascendente, con el dato agregado de su participación en la Decimotercera Bienal de La Habana, 2019.
Apartadas a la orilla del camino, las escenas de esos orígenes hicieron parte de las periferias geopolíticas y culturales, al margen, tácitamente, de los espacios de legitimación y resonancia de los circuitos internacionales del arte. Contadas instituciones apostaron por ellos. El Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) de Las Palmas de Gran Canaria y su brazo editorial Atlántica, en cambio, establecieron contactos sistemáticos y fluidos con esta demarcación. En su perfil, Atlántica insertó no pocos textos sobre el Caribe, y en 2002 dedica un monográfico al arte centroamericano. Por eso, valga la voluntad editorial de revisitar el Caribe y Centroamérica, algunas claves, orientaciones y metodologías en uso, desde un pensamiento actualizador.
José Manuel Noceda Fernández
José Manuel Noceda Fernández – Coordinador Editorial

Graduado en Historia del Arte, Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Desde 1984 es uno de los fundadores del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Es especialista en la obra del pintor cubano e investigador del arte contemporáneo del Caribe y Centroamérica. Integra el equipo de curadores de la Bienal de La Habana desde 1992 hasta el presente. Fue subdirector de esa institución desde julio de 2001 hasta mayo del 2005 y durante el 2010. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, (AICA). Le han sido otorgados el Premio de la Crítica Guy Pérez Cisneros en la categoría de ensayo, 2000 y 2003; el Premio Anual de Investigaciones, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2005, y el Premio de Curaduría del Consejo Nacional de las Artes Plásticas en la categoría de exposición individual, La Habana, 2013, entre otros. Es autor de los libros Wifredo Lam. La cosecha de un brujo, Letras Cubanas, La Habana, 2002 (antología) y Wifredo Lam en las colecciones de Cuba, Sello editorial Artecubano, La Habana, 2002. Ha sido el curador general-director artístico de la X Bienal de Cuenca, Ecuador, 2009; uno de los cinco curadores invitados a colaborar con la I Trienal Internacional del Caribe, República Dominicana, 2010 –curaduría de artistas de Centroamérica– curador del Primer Encuentro Bienal del Caribe, Aruba, 2012, y del Pabellón de Cuba en la 57 Bienal de Venecia, 2017.