Comisaria: Mari Carmen Rodríguez
Entre las exposiciones más destacadas de la temporada otoño-invierno del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), la antología de obras de la artista canaria Lola Massieu organizada por la comisaria Mari Carmen Rodríguez repasa lo mejor de la producción de la artista y propone una lectura abierta y generosa:
La pintura de Lola Massieu (Gran Canaria, 1921-2007) emana de la inquietud, del desasosiego, una fuerza inaccesible que propicia el inicio de la búsqueda. Esa primera exhalación surge en lo más profundo de su organismo y se va depurando a medida que consigue traspasar lo corpóreo y plasmarse en el vacío del soporte. Ya allí la examina y ordena, tratando el caos por capas, velándola, matizándola, dando forma irreconocible a lo que no se puede formular con palabras.
Su formación académica viene dada de la mano de su tío Nicolás Massieu y Matos, y parte de los géneros clásicos de la pintura: naturaleza muerta, retrato y paisaje; Lola Massieu va abstrayendo los fondos, depurando el objeto, renunciando a referencias figurativas hasta llegar a una abstracción en sintonía constructivista, son sus series de los años sesenta, momento de conexión con la segunda oleada de expresionistas abstractos americanos, los europeos y la corriente informalista española.
En los setenta, sus pinturas se desgarran a base de resina, óleo y decalcomanía surrealista que sugieren espacios inquietantes, desolados e inciertos. Durante la siguiente década, su actividad artística evoluciona con la incorporación de nuevos materiales como el metal dorado, dando apariencia a lo trascendente, y recreando elementos arquitectónicos e iconografía reservada hasta entonces a lo sacro.
Posteriormente, conviven las formas geométricas de grueso trazo con el dripping (goteo), una técnica que nos hace dudar del sentido direccional de la trama plástica. Es la época de las grandes series Un mundo en descomposición, Manzana podrida y de los recuerdos de su infancia, evidenciando una postura más activa y de denuncia con respecto a una sociedad que manifiesta escasos valores.
El desarrollo de su trabajo se extiende durante más de medio siglo de creación y experimentación en el ámbito de la abstracción pictórica hasta el final, sin dejar por ello de evolucionar en su espacio creativo e investigando con nuevos materiales y técnicas: betunes, pan de oro; decalcomanía, raspados.
Pionera, rebelde, mujer vitalista y con desparpajo. Abstracta sin precedentes y fiel a su compromiso con la pintura y las dificultades formales que la misma plástica le planteaba; Lola regresa a ella misma en un proceso que le lleva desde lo asimilado a su propia poética, de-construyendo lo visible, lo que la sitúa como una de las artistas imprescindibles del siglo XX en las Islas Canarias.
Paralelamente a su proceso creativo, se convierte en una gran activista del arte, participando en la formación de grupos artísticos como Espacio y Espiral, colaboró con otros. Fue profesora de artistas, artesana, decoradora y restauradora. También fue defensora de los derechos por la igualdad de la mujer en un complejo contexto personal y social. Su actitud invalida los estereotipos existentes hasta entonces sobre las mujeres artistas que ya en los años sesenta van adquiriendo visibilidad en el escenario artístico.
A lo largo de su vida, mantuvo el difícil equilibrio entre pasión y reflexión, arriesgándose siempre. Recibió premios y reconocimientos, también silencio.
Vivió y creó de manera generosa. Como ella misma señalaba, lo que perdura son sus cuadros. Casi diez años después de su fallecimiento lo atestiguamos.
