Acostumbro a levantarme preguntándome de manera insistente cómo es que se habita la incertidumbre, lo que se ha agudizado desde que el virus COVID-19 recorre las calles, los barrios, los hospitales, los noticieros, los hogares. Sobrevivimos en medio de una distancia insondable entre seres humanos, no-humanos y naturaleza; entre la construcción de afectos y la desidia de un sistema que regula, vigila y castiga.
Debo decir, también, que escribo desde un territorio acontecido y situado en una revuelta popular iniciada en octubre de 2019, con una Convención Constituyente en curso, paritaria y con cupos reservados a los pueblos indígenas que son parte de este territorio llamado Chile.1Exceptuando el pueblo afrodescendiente, que injustificadamente no fue integrado por decisión de los parlamentarios, están representados el pueblo aimara, mapuche, rapa nui, quechua, atacameño, diaguita, colla, chango, kawashkar, yagán.
Por otro lado, hace varios años que no dejo de repetir el aforismo aimara Ghipnayra uñtasis sarnaqapxañani, que según Silva Rivera Cusicanqui se podría traducir como ″mirando atrás y adelante podemos caminar en el presente futuro″2Comentario realizado en las Jornadas 12: Fotografía latinoamericana. Confluencias y derivaciones, 1978-2018, del Centro de Fotografía de Montevideo, 2018. Revisar charla de Rivera Cusicanqui en: https://cdf.montevideo.gub.uy/actividad/jornadas-12-fotografia-latinoamericana, pues las comunidades indígenas no conciben la historia linealmente; el pasado-futuro está contenido en el presente, lo que implica, entre muchas otras cosas, ser consciente de las redes de interconexión y sabiduría ancestral, de cuidado y memoria, con las cuales las primeras naciones han entretejido su cosmogonía y resistencia.
Por otro lado, me desvelo con imágenes cotidianas y otras del pasado, pues quizás toda imagen nos habla de alguna manera del futuro, anunciándonos la catástrofe y, asimismo, la posibilidad de nuevos mundos posibles.
Si observamos y resignificamos detenidamente las imágenes construidas a partir de los métodos de catalogación antropológica de los pueblos indígenas en América Latina desde finales del s. XIX en adelante, que construyeron una imagen-imaginería de un pasado incivilizado de sujetos improbables de modernidad, emerge cual constructo fantasmagórico la desgracia que supuso la dominación colonial y el posterior capitalismo.
Esas fotografías ilustraron la mal llamada historia universal, instalando una visualidad de corporalidades y fisionomías de clase que daban cuenta del discurso hegemónico de aquel pasado extinto o por extinguirse a través de las imágenes, que circularon insistentemente ilustrando los libros de historia y geografía de las escuelas públicas y repletaron los archivos nacionales; como, también, aparecieron en la prensa, casi siempre en las secciones policiales o como sujetos del marketing cultural de la imagen país. No obstante, las construcciones visuales no son ingenuas, ni menos lo son sus sistemas de catalogación y circulación.
Una de las estrategias más usadas por el sistema capitalista-extractivista para expandir su poder sigue siendo justamente el control de las imágenes, repitiendo hasta el cansancio cánones visuales y categorías estéticas utilizadas como formas para la validación de relatos únicos, atribuyéndoles un grado de veracidad que nunca han tenido.
Podríamos decir que la mirada occidental se construyó desde el anhelo de un mundo por conquistar; y no me refiero solo a ese territorio habitado y lejano, sino al propio reflejo del individuo como estructura social, donde lo individual quebrantó lo comunitario. Pareciera ser que seguimos reproduciendo sin cesar esas “[…] imágenes romantizadas del pasado que siguen oscureciendo el presente”3Soto Calderón, A. (2020) La performatividad de las imágenes. Ediciones Metales Pesados, Santiago, p.136. (Soto, 2020).
A inicios del s. XX en Quito, Ecuador, se publicaron álbumes fotográficos realizados, entre otros, por José Domingo Laso (1870-1927). En la advertencia de uno de éstos, los editores comentan que ″[…] en sus trabajos (de los turistas extranjeros) aparece como dominante, por no decir exclusivo, el elemento indígena, afeándolo todo y dando pobrísima idea de nuestra población y nuestra cultura. […] nos ha parecido que haríamos una obra reivindicadora, una obra de perfecto patriotismo al demostrar, gráficamente, que la capital del Ecuador, tanto por su población como por su aspecto exterior, en nada desmerece, si se la compara con las ciudades de nuestro continente″.4Laso, François (2016) De la evidencia al ocultamiento, en Sueño de la Razón, Tomo II. Ediciones Metales Pesados, Santiago, p. 564. Revisar también la investigación completa publicada por Laso en La huella invertida: antropologías del tiempo, la mirada y la memoria. La fotografía de José Domingo Laso 1870-1927 (2017) CdF Ediciones, Montevideo.
Los fotógrafos borraron de las placas de vidrio la presencia de indígenas dejando heridas históricas en la emulsión fotográfica, para aparentar por medio de la representación aquel supuesto progreso que propagó el racismo interno y acrecentó nuestra propia colonialidad. Una sociedad basada en el ocular centrismo, con una profundidad de campo restringida, que denigró y excluyó a todos quienes se cruzaron en el camino del desarrollo económico.

Casi 80 años después, el artista Bernardo Oyarzún realizó la obra Bajo Sospecha (1997-1998), cuyo título se relaciona con el artículo del Código de Procedimiento Penal chileno.5Desde el año 1998 se pasó a llamar Ley de Control de Identidad Preventivo y ha tenido muchos ajustes y discusiones en el parlamento, para acrecentar el control de la policía frente a la ciudadanía. Hoy se aplica indiscriminadamente en la detención de mapuche en el Wallmapu y en personas vinculadas a las protestas que aún continúan en el marco de lo denominado “estallido social chileno”. Innumerables veces, la interpretación de las fuerzas policiales era realizar detenciones arbitrarias de jóvenes sospechosos, ya sea por su aspecto físico, color de piel y, en el caso de Oyarzún, también por los rasgos indígenas heredados de su abuela materna.
En una de las piezas de la obra, El Delincuente I, podemos leer bajo el retrato hablado la siguiente frase: “Tiene la piel negra, como un atacameño, el pelo duro, labios gruesos prepotentes, mentón amplio, frente estrecha como sin cerebro”. Descripción que nos remite a la teoría criminalística positivista de finales del s. XIX, donde se insistía en comprobar las relaciones entre ciertos rasgos fisiológicos con la supuesta condición delictual en potencia, lo que hizo posible que ciertas corporalidades sigan cargando el peso de aquella imagen que se les asignó como su real.

Fotografía: Fran Razeto.
No obstante, siempre hay otras representaciones que no responden a esa instantaneidad contemporánea, ni a la catalogación histórica; unas que podríamos llamar imágenes-acontecimientos, que para existir han debido pensarse y habitarse desde el espacio colectivo.
En tal sentido, una que está sucediendo durante el presente año es la de la delegación zapatista que zarpó en mayo en el velero “La Montaña” desde las costas del Caribe a Europa, con una tripulación de cuatro mujeres, dos hombres y un representante LGBTQI+. Un viaje y, al mismo tiempo, un acto performático poético, estético y político que se materializa en cientos de imágenes que circulan expandiendo su reverberancia popular, bajo el llamado a “despertar”.
Despertar para escuchar el daño que hemos generado a la biodiversidad y el buen vivir. Despertar de un mal vivir. Despertar de una pesadilla que ha durado siglos. Despertar de los malos gobiernos. Despertar a partir de un gesto que irrumpe la linealidad histórica para entretejer las historias en común, pues como dice el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN): “A diferencia de la política, el arte entonces no trata de reajustar o arreglar la máquina.
Hace, en cambio, algo más subversivo e inquietante: muestra la posibilidad de otro mundo” (Téllez, citado por Zagato y Arcos, 2020).6Téllez, Enrique. Editor (2020). Para una estética de la liberación decolonial. Ediciones del Lirio, México, p. 282. Despertar fue también una de las consignas que se escuchó en las calles de todo Chile en octubre de 2019.
Mientras que ese viaje y la relación con diferentes “[…] personas, grupos, colectivos, movimientos y organizaciones de diferentes partes del planeta, nos han mostrado un mundo diverso, múltiple y complejo. Con eso se ha reforzado nuestra convicción de que toda propuesta de hegemonía y homogeneidad no solo es imposible; es, sobre todo, criminal” (SupGaleano, 2021).7Revisar publicación completa en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2021/06/27/la-travesia-por-la-vida-a-que-vamos/
Por consiguiente podríamos decir que toda visualidad homogénea, como lo son la estetización de la violencia, la estigmatización de la pobreza, la idealización de la riqueza, la estandarización de lo indígena, es también criminal y ha sido muy efectiva para los propósitos de acumular y aparentar poder.
Otra imagen-acontecimiento es la ocurrida el 04 de Julio de 2021 cuando Elisa Loncon Antileo, mujer mapuche y profesora,8Así es como ella se define. Aparte es profesora de inglés en la Universidad de La Frontera, con cursos de postítulo en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya (Holanda) y en la Universidad de Regina (Canadá). Posee un Magíster en lingüística por la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa UAM-I (México), un PhD en Humanidades por la Universidad de Leiden (Holanda) y un Doctorado en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. fue electa presidenta de la Convención Constituyente en el ex Congreso Nacional.
Verla presidir el espacio político más representativo que jamás hayamos tenido en Chile, era impensado hace solo dos años, en un país que llamó “pacificación” a los sangrientos enfrentamientos del Estado contra el pueblo mapuche en el s. XIX.
Dicho control y usufructo siguen vigentes hasta hoy, con un territorio militarizado que ha cobrado la vida de varios jóvenes mapuche en los últimos años; además de empujar a gran parte de su población a la pobreza extrema, así como a la usurpación espiritual y cultural, entre otras cosas, a partir del negocio subvencionado del monocultivo de eucaliptus que ha arrasado con los suelos, la biodiversidad del sector y los cultivos de las plantas medicinales y curativas del pueblo mapuche.
Por eso la presencia de Loncon y de la Machi Linconao nos propone otro lugar de enunciación, que permite abrir un debate de convivencia plurinacional e intercultural para repensarnos y que simultáneamente hace visible el clasismo y racismo arraigado de ciertos sectores de la sociedad.

Silvia Federici, en su libro Reencantar el mundo (2020),9Federici, Silvia (2020). Reencantar el mundo: el feminismo y la política de los comunes. Tinta Limón, Buenos Aires, p. 242-243. comenta que: “No es casualidad que, frente al impulso neoliberal más decidido para privatizar los recursos comunales y públicos que quedan, no sean las comunidades más industrializadas, sino las más cohesionadas, las que pudieron resistir y en algunos casos frenar la fiebre privatizadora. […] conforme se desvanece la posibilidad capitalista, va estando más claro que la reconstitución de las comunidades devastadas por políticas racistas y sexistas y por múltiples oleadas de cercamientos no es solo una condición objetiva, sino una condición imprescindible para el cambio social”.
La consecuencia de siglos de abuso y despojo se transforma en gestos colectivos y acciones políticas que nos interpelan en tanto imágenes/acontecimientos. Por nombrar solo algunas más, ocurridas en los últimos meses, podríamos mencionar las iglesias incendiándose en algunas ciudades en Canadá, a raíz de las investigaciones judiciales que hablan sobre miles de muertes de niñas y niños indígenas forzados a ser internados con el fin de evangelizarlos, o los monumentos a Cristóbal Colón abatidos en varias ciudades de nuestro continente.
Todas estas imágenes que hemos mencionado (y tantas más) nos hablan de un tiempo transcurrido, dando cuenta de los relatos silenciados e invisibilizados, para permitirnos quebrar el sesgo desde donde se construyó aquella representación occidentalque ha ensombrecido nuestra capacidad de mirar y corazonar.10“Corazonar es la traducción basada en la noción maya del ch´ulel, que es equivalente al chuyma aymara, lugar desde donde se piensa con el corazón y la memoria”. Silvia Rivera Cusicanqui (2018). Un mundo ch´ixi es posible. Tinta Limón, Buenos Aires, p.72.
Andrea Jösch – Biografía
Fotógrafa, Licenciada en Comunicación, Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile. Dirigió entre 2006-2016 la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación, actualmente es coordinadora de investigación de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y editora de la revista académica DIAGRAMA; desde 2015 directora del Magíster en Investigación-Creación de la Imagen de la misma institución.
Editora a cargo -desde sus inicios (2009)- de la revista de fotografía sudamericana Sueño de la Razón y coeditora de la revista OjoZurdo: fotografía y política. Se ha desempeñado en los últimos quince años en diferentes actividades relacionadas con la imagen, tanto a nivel académico, curatorial como editorial. Ha obtenido la beca Fondart a la creacción y producción artística del Gobierno de Chile en ocho oportunidades y Beca Andes para la creación (2004).
Sus intereses abordan principios de integración y operan en una línea editorial que abarca distintas concepciones fotográficas de la región, tanto desde la investigación histórica como el desarrollo de lenguajes contemporáneos. La particularidad de sus proyectos es su estructura de gestión de redes. Se centra en la posibilidad de construcción de una identidad, a través del reconocimiento, análisis e investigación de la producción local sudamericana, una forma de poner en contexto la producción y el problema de la imagen.