La toma de poder globalitario por parte del capitalismo en su faceta financiarizada, mezcla de neoliberalismo y neoconservadurismo, generó un nuevo brote de pandemia política intrínseca a este régimen, distinta de aquellas producidas por las cepas anteriores. A este contexto se suma una grave pandemia viral.
Son muchas las respuestas a este escenario distópico y varían en ciertos matices entre dos polos. Por un lado, tenemos el surgimiento de un conservadurismo de lo más patológico, incentivado por la nueva modalidad de poder propia de esta faceta del régimen, como una de sus principales estrategias. Por el otro, la efervescencia de movimientos sociales de resistencia, algunos de los cuales, además de la tradicional lucha en la esfera institucional de la política, han promovido desplazamientos en las capas subterráneas de este estado de cosas, la esfera micropolítica. Me refiero a la actualización intensificada y expandida de los movimientos negros, indígenas y LGBTQIA+, a la nueva generación de feministas y al levantamiento de sociedades enteras de países de Sudamérica, como Chile, Paraguay y Colombia, en los que se experimentan otros modos de existencia.
En el ámbito de este trabajo colectivo, aportaré algunas ideas sobre micropolítica; son ajustes recientes en esta cartografía conceptual que llevo trazando varias décadas. Dichos ajustes provienen de los efectos del estado actual de las cosas en mi cuerpo, pero también de encuentros positivos (en especial, con los movimientos anteriormente mencionados, con cierto know-how sobre las arañas y con algunos vocablos del idioma guaraní, en los que me he iniciado gracias a Tício Escobar y Derlis Esquivel).
Los efectos de estos encuentros en mi cuerpo se han unido a las marcas que ya lo conformaban, en particular, a las de cierta vertiente de pensadores europeos y a las de un psicoanálisis transfigurado por la activación de su fuerza micropolítica, por obra de estos dos pensadores: Gilles Deleuze y Félix Guattari.
Empezaré presentando brevemente el know how sobre las arañas y un primer vocablo del idioma guaraní. Dos personajes conceptuales con los que se inaugura la escena de la fabulación especulativa en la que se trazará esta cartografía en proceso.

Personaje 1: las arañas
Como sabemos, la araña lanza un hilo de seda al ambiente con el que elabora sus telas y cuya función es satisfacer sus necesidades: cobijarse, cortejar, capturar presas, huir de depredadores, etc. Este hilo, producido por su cuerpo, tiene la propiedad de sintonizar las frecuencias de vibración de las fuerzas vitales de los elementos que componen el ecosistema de ese medio ambiente. El hilo vibra con dichas fuerzas y propaga ondas hasta llegar al cuerpo del animal. Los efectos de las vibraciones de estos elementos en su cuerpo son la presencia viva de estos otros, que pasan a formar parte de su constitución. En un primer momento, la araña los percibe pasivamente.
Pero la cosa no acaba en esa pasividad: con dos de sus patitas, la araña toca el hilo y descifra las vibraciones. Sea cual sea el nombre que se le da a este tipo de conocimiento (saber corporal, saber del ser vivo, saber ecoetológico u otro), lo que importa es que constituye la brújula que orienta a la araña a la hora de elegir dónde, cómo y con qué forma tejer su tela.
Un mundo emerge de la tela que se crea mediante la interacción de la araña con el ambiente; la introducción de este mundo en el ecosistema lo transfigura, así como a la propia araña. El contacto de sus patitas con el hilo la convierte en un agente activo del ecosistema.

Personaje 2: un primer vocablo del idioma guaraní
Ñe’ê es el vocablo que designa la palabra, aunque su traducción literal es «palabralma». Eso indica que, para el pueblo guaraní, palabra y alma son potencialmente inseparables, lo que se aplica a cualquier tipo de lenguaje, no solo al verbal.
El alma para el pueblo guaraní es la fuerza vital que anima el cuerpo (no solo el humano) en interacción con las fuerzas que animan los demás cuerpos que conforman el ecosistema, cuyas vibraciones se añaden a su constitución generándole alteraciones. Al estar el alma plasmada en el lenguaje, en principio, este también sufre alteraciones.
Por eso, para el pueblo guaraní, alma y lenguaje son inseparables. Y lo son potencialmente porque su unión puede no tener lugar, lo que para este pueblo tiene graves consecuencias. Todas las enfermedades de los seres vivos (sean físicas o mentales, en el caso de los humanos) surgen de la separación entre lenguaje y alma y, en vista de eso, todos los procesos de cura consisten en reestablecer el vínculo.
Teniendo en cuenta esta perspectiva, ¿cuál es la naturaleza de la relación entre la forma de la palabra y su alma (fuerza vital)? ¿En qué consiste el carácter potencial de su inseparabilidad? La respuesta a estas preguntas procede de la resonancia que los efectos de estos dos personajes (la araña y el ñe’ê) en mi cuerpo encuentran en las marcas del pensamiento de esos europeos que ya lo compusieron, lo que amplía su alcance.
Forma y fuerza (alma): las dos caras del lenguaje, potencialmente inseparables
A modo de imagen-guía para ilustrar esa relación utilizaremos la banda de Möbius, un modelo de superficie creado a finales del siglo XIX en el ámbito de las investigaciones en topología por el astrónomo y matemático alemán del mismo nombre. Desde entonces, esta figura ha sido empleada por artistas y teóricos de diferentes áreas, incluido el psicoanálisis.

Para recrear la banda de Möbius, sugiero imaginar una tira de papel en la que uno de los extremos está pegado al reverso del otro, formando una superficie de una sola cara. El reverso continúa por el anverso y viceversa, lo que hace que, aunque sean caras distintas, se vuelvan indisociables. Entre ellas, hay una reversibilidad mediante la cual una se convierte en la otra en un proceso ininterrumpido. Esto hace que no puedan determinarse, así como que se vuelva también indeterminable el «dentro y fuera», «encima y debajo», «antes y después», «principio y fin».
Imaginemos ahora que los extremos se despegan, haciendo que la tira vuelva a tener dos caras. Las dos caras se separan y pasan a ser determinables, así como el «dentro y fuera», «principio y fin», etc. La relación entre las caras se vuelve, entonces, estática y el proceso se interrumpe.
Utilizo la banda de Möbius para ilustrar la relación entre la forma del lenguaje y su alma (en el sentido guaraní) como correspondencia a cada una de sus caras. Una relación en la que, aunque distintas, son potencialmente indisociables, lo que hace que la vida y el lenguaje se sitúen en el mismo plano. Cuando las dos caras se separan, aparece la enfermedad, tal y como nos enseña el pueblo guaraní. Separadas, se vuelven estáticas: el lenguaje pierde su alma o el alma no encuentra su lenguaje.
En el sujeto humano, esta indiscernibilidad entre lenguaje y vida se denomina pulsión. En estas dos caras de la banda de Möbius pulsional que lo conforma, el sujeto interactúa con el mundo respectivamente como forma y como fuerza: las dos caras del mundo, igualmente distintas e indisociables. Voy a detenerme en particular en este enfoque del sujeto por tratarse de un elemento esencial de la esfera micropolítica.

Lo individual y lo transindividual: las dos caras del sujeto potencialmente inseparables
En una de sus caras, que llamaré «individual», el sujeto, en su forma de expresión, interactúa con las formas de expresión y sus códigos, que componen «un» mundo (un tejido sociocultural representado en la imagen por una superficie cuadriculada). Es lo que le permite existir socialmente.
Dicha interacción se da a través de la percepción, que no es una tabula rasa: lo que el sujeto capta mediante la percepción lo asocia automáticamente con imágenes que extrae de su repertorio sociocultural para proyectarlas sobre aquello que percibe, a fin de darle sentido. Con ello, el sujeto sitúa al otro y a sí mismo frente a él, en el contexto de la lengua que comparten. Así, en la cara individual del sujeto, este se concibe a sí mismo y al otro como seres individualizados, con contornos delimitados y separados entre sí (el otro es un objeto que se encuentra fuera de él).
En su otra cara, que llamaré «transindividual», el sujeto interactúa como fuerza vital con las fuerzas vitales que animan los cuerpos de los demás elementos que componen un ecosistema ambiental, social y mental en constante variación, del cual forma parte (representado en la imagen por un océano, superficie con movimientos de ondulación provocados por las relaciones variadas y variables entre los vectores de fuerza que la componen). Es lo que lo convierte en un ser vivo entre los demás seres vivos.
En esta cara, la interacción no se efectúa a través de la percepción, sino de las afecciones: los efectos en el cuerpo del sujeto de las fuerzas que le llegan en forma de ondas por medio de sus vibraciones en el hilo vital inmerso en el ambiente; efectos que percibe pasivamente. Aquí, por tanto, el otro no es un objeto que se encuentra fuera del sujeto, sino una presencia viva en su cuerpo que se integra en su constitución. Así, en esta cara de la interacción con el mundo, no hay individuos, es decir, no hay contornos que individualicen los cuerpos ni separación entre ellos.
Cuando la reversibilidad entre lo individual y lo transindividual pierde el ritmo en su fluir, el movimiento del sujeto se detiene en la banda de Möbius pulsional. Introducido en una escena de suspense en la que ya ha pasado algo que el sujeto todavía desconoce, se este se convierte en un signo de interrogación.
El sujeto se percibe como algo extraño que genera inquietud. El malestar de ese estado es una señal de alarma que la vida activa cuando se ve asfixiada en las formas del presente, dado que estas no abarcan las afecciones que necesitan encontrar su lenguaje. Es el deseo lo que responde a este llamado: se le llama a actuar para que la vida recupere el ritmo en su fluir y el sujeto se reencuentre en un nuevo diseño. Son dos procesos también distintos e indisociables, cuyo objetivo se logrará o no en función del tipo de respuesta dada por el deseo.
Un segundo vocablo del idioma guaraní
Vuelvo a recurrir al pueblo guaraní al introducir un segundo vocablo de su idioma: ñe’raity, que designa la garganta, pero cuya traducción literal es «nido de palabralmas». Eso indica que, para el pueblo guaraní, las palabras empiezan como embriones (lo que se aplica también al lenguaje en general). Y, si son embriones, es porque el cuerpo lo fecundan las fuerzas que animan la vida del ecosistema, de la cual forma parte. Entonces, la señal de alarma anuncia que hay gérmenes de futuro anidados en la garganta.

Partindo deste segundo aporte dos guarani e suas ressonâncias nas marcas em meu corpo daqueles pensadores europeus, a noção de alma ganha um contorno mais preciso. As afecções – efeitos das vibrações dos componentes do ecossistema ambiental, social e mental que vão se incorporando à alma lhe gerando alterações – são pequenas almas de fPartiendo de este segundo aporte del pueblo guaraní y de sus resonancias en las marcas creadas en mi cuerpo por los pensadores europeos, la noción de alma adquiere un contorno más preciso. Las afecciones (efectos de las vibraciones de los componentes del ecosistema ambiental, social y mental que se van añadiendo al alma y alterándola) son pequeñas almas de futuros en germen que anidan en el cuerpo del sujeto.
Cuando ese proceso se intensifica, la pulsión queda tensada por la fricción entre estos dos campos de fuerzas: las pequeñas almas de mundos embrionarios que ejercen presión para nacer (lenguas desconocidas en germen) y el alma plasmada en su lengua actual, que ejerce presión para permanecer. Dicha fricción impulsa un movimiento de creación para dar cuerpo a las palabras en fase larvaria y es en este movimiento donde se generan alteraciones en la lengua. No obstante, ese movimiento no viene dado; es necesario ejercerlo.
Sujeto: equilibrista entre un mundo que ya no existe y otros que están por llegar
A partir de ahí, también adquiere un contorno más preciso la definición del sujeto y de la dinámica que lo constituye. El sujeto es un equilibrista que busca mantenerse en la banda pulsional topológica que lo constituye, tensada entre la forma de un mundo y de un «sí mismo» en que la vida ha dejado de ejercer pulsión (forma en la que el sujeto se reconoce en el presente en su cara individual) y las fuerzas de otro mundo y de un «sí otro» que ejercen pulsión en estado embrionario (que el sujeto experimenta pasivamente en su cara transindividual).
Pero, ¿cómo podemos evaluar si un mundo todavía tiene sentido o ya lo ha perdido respecto a otros mundos que están por llegar? De nuevo, encontramos una pista en el pueblo guaraní para responder a esta pregunta.
Dos vocablos más del idioma guaraní
El primer vocablo, del que se puede extraer esta respuesta, es tekoporã, traducido en las lenguas latinas como «buen vivir», término que pasó a formar parte de su léxico casi siempre confundido con el bienestar social o convertido al hedonismo del bon vivant. En ambos casos, se ha despojado al vocablo guaraní de su alma, ya que su traducción literal es bastante más sutil y compleja. Se trata de un compuesto de teko y porã.
Teko es el modo de estar de un cuerpo (no solo humano) en su lenguaje-alma actual. Porã es lo que califica ese modo como bonito y bueno, indisociablemente vinculados, como otros vocablos del idioma guaraní que se forman por la inmanencia entre dos términos. El segundo vocablo es tekovai, donde teko (modo de estar de un cuerpo) se califica como vai, que significa, indisociablemente, feo y malo.
Aquí, lo «bueno» no se refiere a la bondad ni al bien en sentido moral; así como lo «bonito» no se refiere a la belleza en sentido formal. Para el pueblo guaraní, ambos términos tienen un sentido vital, es decir, se trata de una perspectiva ética que los guía en sus evaluaciones. Bueno o malo y bonito o feo se refieren a la cualidad vital de determinado cuerpo o situación, inseparable de su lenguaje, del que emana su pulsación.
Por tanto, el criterio de evaluación es si el modo de estar en que se expresa ese cuerpo en cierto momento (ya sea con palabras o a través de otros lenguajes) permite o no que la vida se afirme en su potencia. Cuando ese modo es portador de una elevada potencia pulsional, desde el punto de vista de la vida, es bueno y, por ende, bonito; y, cuando es portador de una baja potencia, desde el punto de vista de la vida, es malo y, por ende, feo.
En resumen, la respuesta del pueblo guaraní a la pregunta de cómo evaluar si un mundo todavía tiene sentido o ya lo ha perdido consiste en considerar el grado de pulsación vital del alma en su lenguaje actual, es decir, si este es portador de un alma o se ha separado de ella.
Los afectos y su poder evaluador
Partiendo de la perspectiva ética que el pueblo guaraní nos enseña para evaluar el estado de las cosas y sus resonancias en las marcas creadas en mi cuerpo por los pensadores europeos, diría que dicha perspectiva es la de los afectos.
Aquí, la noción de afecto se corresponde con la sensación de la potencia vital que emana de un cuerpo, en función del grado de pulsación del alma en el lenguaje en que este se expresa. La potencia sufre el impacto de las afecciones, las pequeñas almas de futuros embrionarios que ejercen presión para encontrar su lenguaje. Con ese impacto, el lenguaje queda despojado de su alma y solo la recupera si se dan las condiciones de germinación en esos mundos en germen, los cuales, entonces, pasan a integrarlo. Con esta integración, se lleva a cabo una transfiguración del lenguaje, así como del sujeto.
En resumen, el afecto es la sensación del impacto en la potencia vital de un cuerpo provocado por la fricción entre lo individual y lo transindividual, fuerza motriz de los procesos de subjetivación. Estos procesos pueden tener lugar o no, en función de la respuesta del deseo a los efectos de ese impacto en el sujeto.
Los afectos varían y van de los más alegres (aquellos que generan tekoporã) a los más tristes (aquellos que generan tekovai). Su desciframiento se efectúa por medio del contacto del espíritu (nuestras patitas de araña) con el hilo vital inmerso en el ambiente. El modo de conocer el mundo por medio de sus efectos en la potencia vital, generado mediante ese contacto, constituye el saber primordial, para el que propongo varios nombres en el caso de las arañas (saber corporal, saber del ser vivo, saber ecoetológico) Si se trata de la especia humana, podemos usar otras denominaciones, como saber de los afectos o, simplemente, intuición.
Si este es el saber primordial es porque lo que lo guía es la vida en su afán de perseverar, lo que le impone al sujeto la exigencia de creación de un lenguaje orientado por los afectos, siempre que resulte necesario. Por tanto, con ese saber se construye la transición de un mundo a otro. Es distinto del saber archivo, guiado por conocimientos preestablecidos en las condiciones socioculturales de un mundo, que el sujeto va acumulando en su cara individual; un saber propio de este mundo y que lo perpetúa.
El saber de los afectos es, pues, lo que nos permite evaluar si un mundo todavía tiene sentido o ya lo ha perdido respecto a otros mundos que están por llegar. Es él el que debe guiar el deseo en sus respuestas a la señal de alarma vital para que sus acciones creen las condiciones para que germinen los futuros embrionarios. En resumen, los afectos son la brújula ética que orienta al espíritu para promover devenires de la forma actual de un sujeto y de su mundo, al que se ha despojado de su alma, para así rescatar su procesualidad y devolverle su potencia a la vida.
Que esto suceda o no, en función del tipo de respuesta del deseo, se debe a que estas varían según el grado en que las orienta el saber del afecto: de las más activas a las más reactivas. Las distintas respuestas del deseo a la señal de alarma vital constituyen la esfera micropolítica. De ellas dependen los destinos de la vida individual, y de los enfrentamientos entre ellas dependen los destinos de la vida colectiva.
El inconsciente es esta fábrica de mundos, que constituye la esfera micropolítica, responsable de la producción y reproducción de modos de existencia individuales y colectivos de una sociedad determinada. De diferentes micropolíticas en la gestión de esta fábrica, propias de distintos regímenes del inconsciente, resultan diversas formaciones en el ámbito social y los modos de subjetivación que le son intrínsecos.
La producción de mundos bajo el régimen del inconsciente colonial-racializante-capitalista la gestiona una micropolítica exclusivamente reactiva, que incluso se alimenta de movimientos activos para posicionarlos a su favor. Ante esto, urge que investiguemos el funcionamiento de la fábrica para desmontar sus engranajes, ya que, sin ello, no tenemos ninguna posibilidad de salir con éxito del estado actual de las cosas.
En la segunda parte de este ensayo, busco contribuir a esa investigación.
Suely Rolnik – Biografía
Psicoanalista, profesora titular de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y profesora invitada de la Maestría Interdisciplinar en Teatro y Artes Vivas de la Universidad Nacional de Colombia. Autora de ensayos y libros publicados en varios países, cuya obra más reciente es Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente (Tinta Limón, 2019). Se dedica a articular la descolonización del inconsciente, teórica y pragmáticamente, a partir de una perspectiva clínico-política y transdisciplinar.
Ilustraciones: Rodrigo Araujo.