
La riqueza simbólica que alberga el patrimonio aborigen y el significado de muchas de las prácticas y rituales asociadas a los antiguos habitantes de las Islas Canarias son, en muchas casos, una incógnita. Tras siglos de investigaciones científicas, aún en la actualidad, perduran especulaciones contradictorias y mitos populares que provocan en la población actual de las islas un imaginario confuso o incluso desconocido sobre la cultura de la sociedad que los precedió. Lo vulnerable de este vínculo es, para muchos, una consecuencia sintomática de lo perpetuado a través del proceso colonial iniciado en el siglo XIV.

Muchos de los estudios del patrimonio arqueológico y las múltiples investigaciones científicas llevadas a cabo desde el siglo pasado manifiestan el complejo uso que los antiguos pobladores de Gran Canaria hacían de los elementos geométricos, la luz y del color como medio de expresión simbólica. Usados en la arquitectura, la ornamentación y las pinturas rupestres estas muestras son aún visibles en incuantificables restos y enclaves arqueológicos existentes en toda la geografía de las islas del archipiélago.
Tal ha sido el desarrollo y popularidad de esta simbología iconográfica que, hoy en día, representa un universo de carácter identitario presente en cualquier alegoría sobre lo aborigen.

Manifestaciones populares, recurso publicitario, influencia artística… la presencia de esta simbología estereotipada se encuentra omnipresente en las islas a pesar de que el conocimiento sobre sus significados o usos reales son nulos o meramente especulativos. Es precisamente este hecho paradigmático, el que no podamos saber qué significan los elementos más representativos de una cultura, lo que inspira el desarrollo de este proyecto fotográfico.
Iniciar el recorrido y estudio de cierta parte del patrimonio arqueológico, paisajístico y arquitectónico de Gran Canaria en los últimos cinco años me ha permitido elaborar una serie de hipótesis visuales que teorizan tanto con prácticas sociales como de representación estética en la cultura aborigen.

Este trabajo, dividido en diferentes capítulos, se formula como una serie de dispositivos de carácter especulativo que interpelan nuestra relación con los relatos preestablecidos haciendo nuevas lecturas del imaginario colectivo. Cada una de estas hipótesis visuales que conforman el proyecto estudia códigos asociados a la simbología y prácticas de los antiguos habitantes de Canarias sugiriendo con ellas una suerte de permanencia y conexión inconsciente de la expresión aborigen en la contemporaneidad.
En ellas se concibe como probable, la posibilidad de que una sabiduría, unas formas de hacer y un gusto hayan permanecido en el imaginario colectivo transformándose en nuevas manifestaciones. La verosimilitud de los planteamientos de estas hipótesis es científicamente titubeante, estéril y, claramente incierta.

Es, exactamente en estas carencias, en esta deliberada incerteza, donde reside la razón para ser planteadas.
El medio fotográfico es usado en este proyecto para cuestionar la veracidad y certidumbre de las narrativas imperantes proponiendo el acontecimiento histórico como un hecho incierto. Desde esta condición de maleabilidad una práctica fotográfica vinculada a lo arqueológico se propone explorar las posibilidades que tiene un relato alternativo para influir en creencias y expresiones comunes.
El anhelo de esta serie de especulaciones no es más que sugerir la capacidad de cada individuo para generar nuevos mitos, nuevas certidumbres insinuando así la fragilidad con la que las creencias y los relatos que definen la identidad cultural pueden ser construidos.

La breve selección de imágenes que se muestran en este artículo pertenecen a la primera de estas hipótesis visuales. Bajo el título Hipótesis. Ser forma la fotografía es usada como una herramienta con la que recopilar supuestas evidencias que constaten la conjetura que plantea. En este caso dos tipologías de imágenes muy concretas tomadas en dos tipos de lugares muy específicos se relacionan deliberadamente.
Ambas tiene en común haber sido realizadas en un lugar de encuentro, de convivencia, de rituales. Por un lado, la cueva como espacio paradigmático de la sociedad aborigen y, por otro, el centro comercial como territorio de los ritos contemporáneos, como “cueva” donde se refugia la sociedad grancanaria en la colonia capitalista global.

A través de los vínculos formales de ambas tipologías de cueva señalados por las fotografías se enuncia una conjetura que nos acerca a la posibilidad de heredar una relación con la forma, con las formas. Así, en una y otra cueva, las fotografías replican formas primarias halladas en cada una de ellas pretendiendo erigirse en hipotéticas evidencias capaces de validar la hipótesis.
La cueva, cavada en barrancos y montañas de toda la geografía de la isla de Gran Canaria, como ocurre en muchas otras del archipiélago, supone una construcción paradigmática de la organización social y forma de vida de los antiguos habitantes de la isla. Espacios que daban cobijo y protección y que podían ser usados para albergar la vida cotidiana y los rituales más excepcionales y donde se distribuía una sociedad según la posición de los individuos en la misma.
El modelo globalizado que ha llevado a la construcción de infinitos centros comerciales ha tenido en la isla de Gran Canaria una aceptación realmente significativa. La isla, en concreto su capital Las Palmas de Gran Canaria, es una de las ciudades con mayor densidad de espacio comercial construido por habitante de toda España. Este dato revelador podría cuestionarnos de diferentes maneras. Una de ellas sugiriéndonos la posibilidad de que el centro comercial sea la cueva que la sociedad contemporánea canaria anhela.
Si algo sí que sugiere este proyecto es que preguntarse pueda significar crear un vínculo, que observar una manera de permitirse ser y que un discurso puede ser una pregunta. Porque preguntarse puede ser también el inicio, la posibilidad, del descubrimiento.
Hipótesis no es más que una invitación a la posibilidad de reinterpretar lo preestablecido, de generar una certidumbre íntima con la que reclamar el ejercicio y el derecho a redefinirnos a nosotros mismos.
Rafael Arocha – Biografía
Rafael Arocha (Gran Canaria, 1978) es fotógrafo y docente. Su obra aborda un universo heterogéneo que nos proyecta ante un eco íntimo que nos relaciona con el poder, la percepción y la certidumbre de conflictos individuales o colectivos. Se inicia en fotografía de manera autodidacta y trabajó como asistente de fotógrafos durante varios años.
Sus trabajos han sido expuestos de forma individual en los festivales ArtPhoto Bcn (2021), la Bienal de Fotografía de Santa Lucía, Gran Canaria (2021) o el Gran Canaria Foto (2017) entre otros. Además ha sido incluido en las exposiciones colectivas In/Out: Un mapa posible (CAAM, Gran Canaria, 2020), Un Cierto Panorama. Reciente fotografía de autor en España (Fundación Canal Isabel II de Madrid, 2017) y Nuevos Relatos Fotográficos (Arts Santa Mónica de Barcelona, 2016).
Ha recibido reconocimientos como el Primer Premio del Festival Internacional de la Imagen de México, la Beca Fotointerpreta de Barcelona o el PX3 Photographie de París. Su fotolibro Medianoche fue galardonado con el 1º Premio de la Bienal de Córdoba a la Autoedición en 2015 y finalista en Rencontres Book Award (Arles-Francia, 2015).
Su publicación No Caption junto a Arnau Blanch recibió el Premio Fedrigoni/PrivateSpace para libros autopublicados en 2013. En los últimos años ha desarrollado también una intensa labor como gestor cultural y docente trabajando en la organización de proyectos de formación en fotografía e investigación como Imaginar la Memoria realizado recientemente junto a la socióloga y artista visual Silvia Navarro.