Bio-lencia: Arco Minero, derechos indígenas y crisis democrática en Venezuela

Si revisamos con atención el capítulo sobre Derechos de los Pueblos Indígenas en el Informe Anual (2020) acerca de la Situación de los Derechos Humanos en Venezuela,1PROVEA, Situación de los DDHH, Informe Anual 2020, Derechos de los Pueblos Indígenas, 2020. realizado por el Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (PROVEA), podemos construir una mirada panorámica de la difícil situación que atraviesan los pueblos indígenas en el territorio venezolano.

Queda claro que sobre ellos persisten y se incrementan problemas estructurales: el derechos a la titulación y demarcación de las tierras; la consulta previa, libre e informada; la crisis sistémica de modelos de desarrollo extractivista, la ausencia de políticas públicas de carácter intercultural y el respeto a la vida e integridad física.

Actualmente, estas circunstancias están agravadas por la pandemia del COVID-19 y la “Emergencia Humanitaria Compleja” que padece la sociedad venezolana en general y que recae sobre los grupos indígenas en particular.

El contexto es alarmante. Sin embargo, lo que inquieta de manera radical es el aumento de la intensidad de la crisis que afecta a los pueblos indígenas en Venezuela por el decreto 2.248 que otorga al denominado Arco Minero el rango de Zona de Desarrollo Estratégico (ZDE) y que ha desatado el incremento de la depredación ambiental, la intensificación de la movilidad forzada de los pobladores de la región, el aumento de las formas de violencia y la precarización de las condiciones y la calidad de vida.

El Estado venezolano ha convertido la crisis de los pueblos indígenas en una situación de crisis permanente, invisible y oculta. No hay informes oficiales, no hay cifras oficiales; las organizaciones de base son perseguidas, amenazadas, chantajeadas, secuestradas y reprimidas para garantizar el silencio y la inmovilidad.

Lo que ocurre en Venezuela, y que afecta particularmente a los pueblos indígenas, está vinculado con la crisis del modelo de desarrollo basado en la explotación intensiva, extractiva, de los recursos naturales.

El petróleo, llamado “excremento del diablo”,2Expresión que utilizó el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, fundador de la OPEP, para referirse a los dilemas de la explotación de los recursos naturales sobre la economía de las Naciones. En 1976 publicó Hundiéndonos en el excremento del diablo, donde señaló: “El petróleo no es oro negro; es el excremento del diablo”. y en la actualidad, exacerbado por el Arco Minero, también el oro, el diamante, el coltán y la bauxita,3Situación de la Amazonía Venezolana en Tiempos de Pandemia. Informe de diagnóstico y propuestas para la Asamblea Mundial Amazónica, julio 2020. conforman el imaginario residual de una sociedad que se construye sobre un ADN de extracción, miseria, depredación y saqueo.

El investigador de la Universidad de Los Andes (ULA) y miembro del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (GTAI), Vladimir Aguilar Castro, sostiene que esta situación representa una “crisis sistémica de carácter complejo”4CERLAS Fundación (2020, septiembre 01) Webinar, «Situación de la Amazonía venezolana» [Archivo de Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=L_q9bmqGr9k por sus implicancias estructurales, históricas, culturales y globales.

En este sentido, afirma que el modelo de desarrollo basado en la explotación extractiva de recursos naturales está vinculado a la emergencia de sistemas políticos con rasgos autoritarios.

Bajo esta perspectiva, podemos imaginar, siguiendo a Aguilar Castro, que la sociedad venezolana presenta un dramático “déficit democrático recurrente”.5Ibídem. Una economía basada en la extracción de recursos naturales como vía para la acumulación de capital que no ha podido consolidar una cultura democrática, ni garantizar la promoción de los derechos humanos para todos sus miembros. Padecemos un vacío democrático que produce una sociedad vulnerable que ha sido permanentemente agredida a lo largo de su historia. Esta violencia nos desgarra, nos desangra, nos anula, nos inmoviliza.

La violencia que produce la mentalidad extractivista sobre el territorio, especialmente aquellos que habitan los pueblos indígenas, es una violencia que niega los derechos ambientales y culturales. Niega el espacio para la vida y la diversidad biológica y cultural. Niega la casa que habitamos. Niega los derechos humanos. Niega la posibilidad de vivir en democracia. Esta violencia, concebida como un estado de excepción permanente, nos enfrenta y nos devora.

Saturna devorando a su hijo

Entonces, la imagen que nos define como sociedad puede ser visualizada como una nación que devora a sus propios hijos. La destrucción tiene en la pintura de Francisco Goya, Saturno devorando a sus hijos (1819-1823), una de sus expresiones terribles y agónicas.

De esta forma, podemos argumentar: si el Estado venezolano, que tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos, los devora destruyendo de manera sistemática sus condiciones de vida y negándose a reconocer la condición de emergencia humanitaria que actualmente padecemos, entonces nuestra imagen como sociedad, la imagen de esta destrucción, es la de Saturna devorándose a sus hijos (Nelson Garrido, 2015). Esta figura representa la patria, la madre, que devora a sus propios hijos extrayendo de sus cuerpos sangrantes, de sus territorios violados, todo vestigio de energía vital.

Así, no debe extrañarnos que quienes han secuestrado durante las últimas décadas al Estado venezolano y a sus instituciones democráticas, se hayan convertido en los rostros del pensamiento único, en la imagen carnavalesca, tropical y deforme del dios Saturno, aterrado por la posibilidad de ser destronado.

Ellos, los portadores de las certezas incuestionables de lo que nunca cambia, se han convertido en la única voz, en el único color posible, en la única consigna, el único rostro. Han definido la nación, la patria y sus territorios bajo el semblante enmascarado de una ideología cuyo horizonte apela al paisaje de lo inerte: aquello que carece de vida; ellos representan los rostros y las voces de la muerte.

Desde las máscaras del pensamiento único, quienes ejercen la violencia sostienen que aquellos representan la voz de la diversidad; esgrimen permanentemente en sus discursos la expresión: Yo soy el pueblo, y desde esa perspectiva han convertido en norma la represión sobre las manifestaciones disidentes de los movimientos sociales, especialmente las movilizaciones que se identifican con las demandas de los grupos indígenas venezolanos.

Yo soy el pueblo es la expresión encarnada y trágica del lenguaje autoritario y totalitario del poder en el contexto venezolano.

Yo soy el pueblo es la voz del saqueo de los recursos naturales.

Yo soy el pueblo representa la patente de corso para ignorar, al decretar la Zona de Desarrollo Estratégica Nacional-Arco Minero del Orinoco, “el derecho a la consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas establecido en el artículo 120 de la CRBV, los artículos 11 y 12 de la Ley Orgánica de los Pueblos y Comunidades Indígenas y el artículo 32 de la Declaración sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, y sin la existencia de los estudios de evaluación ambiental estratégica e impacto socioambiental que ordena la Constitución”.6Situación de la Amazonía Venezolana en Tiempos de Pandemia. Informe de diagnóstico y propuestas para la Asamblea Mundial Amazónica, julio 2020.

Yo soy el pueblo es la voz de una revolución impotente anclada en el pasado, ciega y sorda ante la imagen latente del futuro.

Porvenir que mantienen secuestrado a través del monopolio de la violencia que ejercen contra sus ciudadanos reprimiendo.

La vida humana es sagrada

El Estado venezolano no respeta la vida como derecho consagrado en la Constitución. No debe sorprendernos que el 12 de abril de 2020, Lisbeth González, una mujer wayuu de 43 años, habitante de la Guajira venezolana, haya sido herida en el rostro con un disparo de perdigones efectuado por efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).7Sailin Fernández: Protesta en la Guajira deja una mujer wayuu herida. Radio Fe y Alegría [en línea] https://www.radiofeyalegrianoticias.com/protesta-en-la-guajira-deja-una-mujer-wayuu-herida/ Consulta del 20-06-2020.

No debe extrañarnos que el 18 de noviembre de 2020, los 300 miembros de la etnia Yukpa que se trasladaron a Caracas para reclamar de forma pacífica derechos de salud, educación y vivienda, hayan sido atacados por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y civiles armados irregulares denominados “colectivos”.8Yazmin Antia: ¿Qué trajo a los Yukpas a Caracas?. El Universal [en línea] https://www.eluniversal.com/politica/85052/que-trajo-a-los-yukpas-a-caracas Consulta del 20-06-2020.

Entonces, bajo estas agresiones que avanzan de forma progresiva, no debe asombrarnos que el 3 de enero de 2021, el indígena de la etnia Pemón, Salvador Franco, haya fallecido en condición de preso político del ejecutivo venezolano. Franco fue detenido de manera arbitraria, junto con 12 miembros de su etnia, y encarcelado sin el debido proceso.

Debido a su injusta muerte, diversas asociaciones no gubernamentales, lideradas por la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana, suscribieron un comunicado denominado: La vida humana es sagrada.

Allí exponen de manera explícita: “coincidimos con Amnistía Internacional al señalar que “los 13 indígenas pemones han sido procesados penalmente por un tribunal con competencia en terrorismo, sin apegarse a las disposiciones constitucionales y estándares de derechos humanos que indican la obligación de los Estados de respetar los sistemas de justicia indígenas cuando los delitos se hubiesen cometido en una comunidad indígena, como es el caso”.9Conferencia Episcopal Venezolana: La vida humana es sagrada: más de 15 instituciones católicas se pronuncian sobre la muerte del indígena Salvador Franco [en línea] https://conferenciaepiscopalvenezolana.com/la-vida-humana-es-sagrada-mas-de-15-instituciones-se-pronuncian-sobre-la-muerte-del-indigena-salvador-franco Consulta del 25-06-2020.

Hay violencia contra los pueblos indígenas cuando no se encuentran los insumos ni el personal médico en los centros de salud. Hay violencia contra los pueblos indígenas y riesgos a su integridad cuando proliferan las amenazas de los grupos armados irregulares dentro de sus territorios, ejerciendo control político y espacial.

Hay violencia contra los pueblos indígenas cuando el mayor índice de inseguridad alimentaria se localiza en los estados Delta Amacuro y Amazonas, territorios que forman parte de la amazonía venezolana y donde habita un número importante de etnias indígenas. Hay violencia contra los pueblos indígenas cuando sus derechos son vulnerados de manera sistemática.

Sin garantías sobre el acceso a estos derechos resulta imposible hablar de alternativas democráticas. En este sentido, hay violencia contra los derechos humanos cuando hay violencia contra los pueblos indígenas y sus fuentes de vida: su cosmovisión, su diversidad cultural y la biodiversidad de los ecosistemas que habitan y que conforman sus territorios. Sin derechos humanos: políticos, económicos, culturales y sociales, resulta imposible hablar de democracia. Sin derechos indígenas; es decir, sin el derecho a la libre determinación y la construcción de modelos propios, sin los derechos a la  propiedad colectiva, sin las obligaciones estatales frente a las actividades de extracción y explotación de los recursos naturales, sin derechos ante la discriminación étnico cultural y la promoción de una vida digna desde la propia  cosmovisión, sin cada uno de estos derechos, resulta imposible hablar de democracia.

Territorios inertes: Arco Minero y Bio-lencia

Al enfrentarnos a las referencias dantescas del desastre ecológico desplegado por el saqueo del oro y otros recursos minerales en los estados de Bolívar y Amazonas, cuya extensión abarca 116.565 hectáreas de territorio, aproximadamente 158 mil canchas de fútbol (imagen que utilizan grupos y organizaciones no gubernamentales para generar una referencia de la magnitud de la tragedia ecológica),10CERLAS Fundación (2020, septiembre 01) Webinar «Situación de la Amazonía venezolana» [Archivo de Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=L_q9bmqGr9k podemos comprender que formamos parte de una sociedad cuyo futuro se encuentra seriamente comprometido.

Podemos, sin temor, sustituir La balsa de la Medusa como referente de nuestra tragedia y extravío colectivo por una maltrecha balsa minera a la deriva en alguno de nuestros ríos amazónicos.

Esta crisis la enfrentan básicamente los pueblos indígenas, cuyas cosmovisiones  y prácticas de vida se encuentran bajo circunstancias especialmente vulnerables. A través de la declaratoria de la Zona de Desarrollo Estratégica Nacional Arco-Minero del Orinoco (ZDEN-AMO) se ha desplegado una especial violencia contra las formas de vida de los pobladores de la región, particularmente de los grupos indígenas.

Una bio-lencia cuyas heridas transforman la biodiversidad de la amazonía venezolana en contaminados ríos de sangre. No solo sangra Caracas por la espiral de la violencia, sino todo el territorio inerte vaciado por la explotación y el saqueo de la minería.

El Arco Minero implica la erosión de áreas naturales protegidas de gran impacto para los ecosistemas amazónicos. Simultáneamente está afectando diversas cuencas hidrográficas a través de la contaminación con mercurio y el incremento de la sedimentación de los ríos. La contaminación mercurial está afectando de manera significativa la salud y las fuentes de alimentación de quienes habitan la amazonía de Venezuela.

La minería como “invasión territorial para los pueblos indígenas”11Situación de la Amazonía Venezolana en Tiempos de Pandemia. Informe de diagnóstico y propuestas para la Asamblea Mundial Amazónica, Julio 2020. representa una de las principales amenazas y uno de los agentes catalizadores para la vulneración de sus derechos. 

Habitar la casa, una sola churuata, una sola voz

Bajo este contexto, requerimos construir una sensibilidad que nos permita imaginar el territorio que nos alberga como “fuente de vida”, como un lugar para ser habitado. Necesitamos hacer del territorio nuestra casa, para frenar la imagen de la extracción parasitaria sobre nuestros recursos naturales.

Nadie saquea su propia casa cuando la habita y la hace parte de la vida.

No solo es una imagen para el Arco Minero; esta es una metáfora que debemos trasladarla a todo el territorio venezolano y a sus pobladores.

No podemos seguir condicionados por el orden atávico de la mendicidad y el saqueo; una mentalidad basada en la explotación intensiva de los recursos naturales. La explotación extractiva del Arco Minero representa la principal amenaza para los territorios que habitan los indígenas venezolanos y otros pobladores.

No podemos ser una sociedad de mendigos y saqueadores.

No podemos seguir siendo  una sociedad indolente ante la diversidad y la diferencia. Hacer del territorio, y desde el territorio, nuestra vida y nuestra casa representa el verdadero legado de un creador como Armando Reverón; esta es una referencia que nos permite proyectarnos desde los márgenes y la diversidad hacia tiempos por venir; habitar la casa es concebir alternativas.

En contextos de crisis democrática se libra una intensa lucha simbólica. El quehacer cultural representa una vía para cuestionar el poder, para subvertir, para transgredir sus formas, para denunciarlo, para estimular el escepticismo activo.

Desde allí he intentado construir un discurso y una práctica, no solo individual desde la imagen, sino colectiva desde su pedagogía.

La movilidad ciudadana para restablecer nuestros derechos pasa por fortalecer el tejido social desde la diversidad del territorio que habitamos, en su complejidad y totalidad. Hacer del territorio nuestra casa, habitarlo; crear y construir desde la intemperie es el estado potencial de las imágenes por venir. La imaginación juega un rol esencial para la construcción democrática.

El creador debe transformar la violencia de quienes hacen del paisaje un vacío inerte. El Primer Congreso del pueblo indígena Uwottüja, realizado en 1984, propuso la defensa del territorio mediante la frase: “Como una sola churuata y con una sola voz defendamos nuestras tierras ancestrales”.12Pronunciamiento del pueblo indígena Uwottüja, habitantes de los sectores de los cuatros ríos: Autana, Cuao, Sipapo, Guayapo, así como el sector Orinoco medio del municipio Autana, Estado Amazonas, Venezuela. https://watanibasocioambiental.org/wp-content/uploads/2020/03/Pronunciamiento-26.pdf-1.pdf

Hoy, ante nuevas circunstancias que enfrentamos como sociedad, se nos impone habitar la casa como una sola churuata y movilizarnos, de manera local y global, para sostener una agenda de trabajo que nos permita participar activamente de la promoción de los derechos: políticos, económicos, culturales y sociales.

El arte debe habitar la otra acera, ser el espacio de los que no tienen espacio. La mayoría es la suma de las minorías. La imagen debe recuperar la vida, habitar la casa; la belleza en su diversidad de alternativas es intolerable a las dictaduras imperfectas del pensamiento único.

Los derechos de los pueblos indígenas y la oposición a la explotación del Arco Minero y del saqueo de la biodiversidad deben ser parte de la acción política y las acciones culturales de los movimientos sociales que pretendan construir alternativas democráticas.

Nelson Garrido – Biografía

1952, Caracas, Venezuela. Cursó estudios de primaria y secundaria en Italia, Francia y Chile y estudios de Fotografía en el taller del artista Carlos Cruz-Diez, en París, en los años 1966-67. La ONG (Organización Nelson Garrido) Espacios para la Creación recoge sus experiencias y metodología propia como docente de fotografía.

La ONG, escuela de fotografía, centro cultural alternativo, se ha convertido en punto de referencia obligada en la práctica artística venezolana actual, expandiéndose cada vez más hacia toda Latinoamérica. Garrido ha creado en su trabajo artístico un lenguaje iconográfico mezcla de religión, sexo, humor e imaginería popular. Violenta e irreverente, su obra se basa en una constante experimentación de medios expresivos y un profundo cuestionamiento del sistema de normas y creencias socialmente aceptado. La puesta en escena fotográfica es su punto de partida; la estética de lo feo, el erotismo revisado en términos de sacrificio religioso y la violencia como detonante de reacciones, son algunas constantes en su obra.

Es el primer fotógrafo venezolano distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas (1991). Ha participado en innumerables exposiciones individuales y colectivas alrededor del mundo, siendo la más reciente Mapas Abierto y la Bienal de Arquitectura de Venecia.

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