Conversación con Blanca de la Torre

La líder indígena y activista medioambiental Berta Cáceres fue asesinada el 2 de marzo de 2016 por su lucha contra el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca en el río Gualcarque, al oeste de Honduras. Perteneciente a la comunidad lenca, fundó en 1993 COPINH, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. En 2015 ganó el Premio Medioambiental Goldman, un año antes de su homicidio.
Hablamos con su hija Bertha Zúñiga Cáceres (1990), también activista y actual coordinadora del COPINH.
Blanca de la Torre: Desde su fundación, el COPINH, organización centrada en la defensa de los derechos de la comunidad indígena lenca y la defensa medioambiental, se ha visto acosado y perseguido. Debido a la militancia en el COPINH, tanto de tu madre como de tu padre, tu infancia se ha visto marcada por las amenazas a tu familia e incluso el encarcelamiento de tu padre. ¿Cómo viviste esos años?
Bertha Zúñiga Cáceres: Fueron años difíciles, pues yo entendía que su labor no era una tarea que realizaran todas las personas y a mí me era muy difícil comprender por qué si estaba haciendo algo bueno querían perjudicarnos. Yo le pedí a mi madre que se retirara de la lucha, y ya que ella era profesora de profesión, por qué no ejercía. De ese modo también podría tener mejores condiciones económicas y sobre todo, garantizar el tema de la seguridad. Pero ella fue muy contundente desde muy pequeña me hacía entender la importancia de esa labor y de la lucha, expresando que con esa mentalidad no se avanzaría en los procesos con los que llevamos siglos reclamando los derechos de las comunidades indígenas. Ella fue muy firme en reclamar que sus hijas e hijos no iban a ser insensibles ante esa lucha.
También con el escarnio público que muchas veces se sufre, una va aprendiendo a vivir con eso y normalizando la situación. Yo, con el asesinato de mi mami, pensé que era muy importante tomar acciones de justicia para prevenir la repetición de los crímenes. Así que el objetivo de mi lucha también ha sido por justicia para mi madre.
Así que tuve una infancia difícil, pero también fue muy bonita porque vimos todas las comunidades que forman parte el pueblo lenca, conociendo la condición de vida también de niños y niñas de nuestras edades, y así nos dimos cuenta de que efectivamente era urgente y necesario hacer algo para abogar por los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, de todas las que habían sido olvidados y olvidadas.
B. de la T.: Te educaste en lo que se conoce como escuela de educación popular, con una línea anticapitalista y antipatriarcal, dos de las claves para cambiar el paradigma actual. ¿Cómo marcaron esos lineamientos políticos tu formación? ¿Nos puedes hablar de cuál era el enfoque y cómo crees que influye una educación como esa para enfrentar la crisis ecosocial?
B. Z. C.: Yo crecí en la lucha. Dos de los primeros talleres que recibí fueron de comunicación popular y de pintura mural, porque me gustaba pintar. También empecé a participar en el de radio, y fue muy bonito, porque siempre que se habla de temas se piensa que son temas especializados. La primera enseñanza de la comunicación popular es que todos y todas somos comunicadores y comunicadoras. Y que tenemos la capacidad de construir también una sociedad distinta desde nuestra palabra y desde el reconocimiento de nuestros saberes y nuestros conocimientos.
Empezamos a aprender la importancia de producir colectivamente, de recoger las historias invisibles; esa era también la lógica de la lucha del COPINH. Entender eso que nosotros llamamos el “sistema de dominación múltiple”, de cómo hay múltiples maneras de ser mujeres, de ser parte de los pueblos indígenas y de que por el hecho de ser empobrecidos y empobrecidas vivimos una violencia especial y particular. También qué hacer como pueblos para construir nuestro proyecto emancipatorio.
Para mí eso fue una óptica de entender el mundo. La concepción desde donde yo entiendo todo lo que pasa y todas las relaciones sociopolíticas, donde es muy importante entender que todos estos sistemas de opresión necesitan de los territorios. Sea territorio-cuerpo, sea territorio-tierra. Para ejercer la dominación y para fortalecerse. Para nosotros siempre fue muy importante hablar de la autonomía territorial para la autonomía de nuestro cuerpo y viceversa, entrelazar esas resistencias.
Yo desde muy pequeña entendía que si había un compañero o compañera mía que era discriminado porque venía de una comunidad indígena, porque era pobre, al igual que si una persona era tratada distinta por ser blanca y por tener un estatus social, pues tenía la raíz en este mismo sistema de dominación.
Este sistema necesita de los recursos de los territorios para sobrevivir en ese sentido, pues los territorios de los pueblos indígenas, que han sido históricamente salvaguardados, hoy tienen y siguen teniendo una gran riqueza natural en el subsuelo, en los ríos, en todo. Y sabíamos que los momentos que íbamos a afrontar a lo largo de la historia iban a ser muy complejos; y es lo que fuimos viendo con el paso de los años.
B. de la T.: Te centraste de lleno en la investigación sobre el asesinato de tu madre, en un país donde la mayoría de los delitos medioambientales quedan impunes. ¿Cómo fue ese camino?
B. Z. C.: Para mí, la lucha para obtener justicia por mi madre fue una necesidad de ser coherente con sus enseñanzas. Ella fue una persona que siempre me decía que no había que irse de los procesos ni retirarse, que lo heroico o lo que marca la diferencia es quedarse, continuar las luchas y las batallas.
Entonces, para mí también significaba ser coherente con las enseñanzas que ella nos dio, a los que hoy somos la escuela de Berta Cáceres, para que no quedara impune. El primer gran temor que me atravesó la mente cuando ella fue asesinada, fue que se desvirtuara su lucha, porque ni sería la primera vez que pase en Honduras, ni que pasa en América Latina. Ella siempre insistió, durante los últimos años y meses de su vida, en que si le pasaba algo sería por esa empresa que siempre señalaba, por David Castillo, por los Atala… Así que prácticamente ya nos dejó todos los elementos trazados y atados.
Para nosotras, la búsqueda de justicia ha sido totalmente tormentosa. Una espera que, cuando una persona es asesinada en estas circunstancias y ha habido tanto acompañamiento internacional, tanta denuncia, mínimamente va a ser un caso que va a ser investigado a la altura de lo que merece. Pero lejos de eso: nos tocó luchar, volver a vivir la vulneración de nuestros derechos y ser ridiculizadas.
¿Por qué nos negaban la información? ¿Por qué se quería distorsionar? ¿Por qué éramos, incluso, maltratadas por exigir justicia? ¿Por qué empezamos a vivir esas campañas de hostigamiento, de tratar de desmeritar nuestra lucha?. Ha sido un camino difícil que nos ha costado mucho. A mí me tocó interrumpir mis estudios de maestría en México. Digamos que le dio vuelta un poco a nuestra vida, aunque nuestra vida de alguna manera siempre estuvo ligada a esta lucha y a aportar a la organización.
La ausencia de nuestra madre, una de las estrategas más importantes del pueblo, dejó un vacío muy importante. Pero para nosotros, nuestra idea, nuestro planteamiento y por lo que hemos hecho esta lucha, es porque entendemos que no es la justicia en sí misma sino también por la causa, la gran causa del pueblo, por su lucha histórica, tiene sentido también este proceso, a pesar de lo que nos ha costado. Para nosotros también significó construir nuestro propio camino de reparación y sanación, que nunca el Estado de Honduras nos ha dado.
B. de la T.: Gracias a tu empeño se ha sentado un precedente a raíz de la sentencia contra Roberto David Castillo, ex militar hondureño y presidente ejecutivo de la empresa Desarrollos Energéticos (DESA). A pesar de todo, Castillo fue sentenciado hace apenas un año como coautor, pero aún está pendiente el reconocimiento del autor intelectual del crimen. La lucha continúa: queda pendiente desvelar quién estaba realmente detrás y que se haga justicia. Tampoco hay sentencia aún para el resto de acusados. ¿En qué punto está ese proceso y cuáles son los próximos pasos?
B. Z. C.: Ha habido dos juicios, uno contra los siete autores materiales intermedios y otro contra el que podría considerarse el coautor. Pero todavía estas sentencias, y a pesar de todo el esfuerzo, no son en firme. Eso significa que están expuestas a que pueda haber otra corte, revertir esos logros tan importantes que hemos obtenido nosotras como hijas, pero también para el COPINH como organización y para quienes han sido parte de esta búsqueda de justicia.
Actualmente seguimos en una campaña para que se enjuicie a los autores intelectuales, que están plenamente identificados y vinculados con la junta directiva de la empresa constructora del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca. Sin embargo, conocemos desde hace tiempo que siempre se les ha intentado proteger, debido a que son personas con un poder económico muy importante y que tienen también mucho capital político. Nosotras seguimos esperando que el Estado tome medidas reales y contundentes.
Nosotras, aún siendo parte del proceso, no hemos recibido ningún tipo de información sobre esto. Seguimos abogando para que sean detenidos y realizando investigaciones para no solo vincular el asesinato a los crímenes en Río Blanco y a todo el ejercicio de violencia, sino que además hemos encontrado información de delitos que tienen que ver con la corrupción y el lavado de activos…
También es una vía que desde COPINH, como acusación particular, y nosotras como hijas de Berta Cáceres, estamos pretendiendo desarrollar, en el aprendizaje que nos han dejado. Hay muchos otros procesos en América Latina, en los cuales muchas veces los criminales genocidas no se han podido detener, o no se han podido capturar por los delitos que han cometido, sino que han sido capturados por otros.
Y bueno, esa es la manera que a veces hemos encontrado los pueblos para hacer justicia. Estamos desarrollando esa filosofía. Creemos que es muy importante deducir la responsabilidad del Estado. El COPINH está trabajando en otros procesos para evidenciar esa responsabilidad del Estado, porque la complicidad de las instituciones del Estado, que fueron instrumentalizadas muchas veces, fueron actores claves para cometer el asesinato a mi madre y otros delitos.
B. de la T.: ¿Qué papel jugaron el campamento feminista “Viva Berta” acampado frente a la Corte Suprema de Justicia de Honduras y la movilización social?
B. Z. C.: El campamento es parte de esa filosofía de que la justicia no viene de estas instituciones que históricamente han sido cómplices de estos criminales contra los pueblos, que además han perseguido activamente a las comunidades que defienden su territorio. Esa es la filosofía del campamento: es un ejercicio que se hace con las comunidades defendiendo sus ríos, denunciando los proyectos hidroeléctricos, organizándose. Nosotras visibilizamos un sistema de justicia que no captura a los autores intelectuales, pero podemos citar sus nombres y apellidos, diciendo que son hermanos de la familia Atala, de David Castillo… Esa es la manera de hacer justicia en países con una alta impunidad como Honduras, donde existen esas estructuras de poder. En el campamento feminista, el objetivo era sacar el juicio de ese espacio y llevar las voces de todas las personas que conocemos y denunciar la persecución que se vivió. Pero también analizar que esa persecución se vivió por el hecho de ser mujer, por ser una lideresa, de un pueblo indígena, por ser una luchadora social por Honduras y no solamente por el pueblo lenca.
Eso es parte del ejercicio de justicia que convoca a los pueblos, que sí abren las puertas a los pueblos que luchamos, a quienes creemos en la justicia. Y también para quienes Berta Cáceres sigue siendo un referente ético, político y de la organización social.
Ese es el papel que jugó el campamento: sacar el ejercicio de justicia de un lugar frío, racista, de un lugar excluyente. Y ese es también el ejercicio que nosotras pensamos, desde los pueblos y también desde los feminismos.
B. de la T.: En ese sentido, el hecho de que Berta Cáceres se haya convertido en un referente del activismo ecologista, ético y político, incluso más allá de las fronteras de Honduras, os ha llevado a proponer otras iniciativas, como la Casa de Memoria. ¿Nos puedes contar algo más sobre el proyecto?
B. Z. C.: La Casa de Memoria que queremos hacer en honor a nuestra compañera Berta Cáceres es un proyecto para resignificar el lugar donde ella vivió y donde fue vilmente asesinada por su lucha en defensa del río Gualcarque, en defensa de los derechos de los pueblos indígenas y por la construcción de un país democrático.
Debemos resignificarla –como se ha hecho en muchos espacios de América Latina– por la importancia de su palabra, de sus acciones, de su ejemplo para nuestro continente. Nos sirve para hablar ampliamente de quien era ella y para posibilitar a otras personas que no le conocieron directamente en el trabajo, en la lucha, puedan entender también todas las aristas de su proyecto político: las luchas de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los pueblos empobrecidos contra todas esas opresiones que agreden y violentan.
La idea es que sea un lugar de memoria, un lugar para volver a traer las palabras y donde exponer algunas cosas personales de ella que son simbólicas y que nosotras, como hijas e hijos de Berta Cáceres, guardamos. La idea es ponerlas a disponibilidad de más personas, y poder tener videos y exponer expresiones artísticas que se han realizado –que son muchísimas– en diferentes latitudes del mundo. En definitiva, traer de nuevo la palabra, para que otras personas puedan seguir aprendiendo de su ejemplo.
B. de la T.: Revelas cómo el Estado y las empresas operan en connivencia a la hora de otorgar concesiones de territorios que deberían estar protegidos para el bien social común. La mayor parte se trata de proyectos corruptos, que no solo dañan la integridad de las comunidades y de todos los ecosistemas circundantes, sino que representan una amenaza mundial en un momento de crisis climática. ¿Cómo podemos hacer frente a esta amenaza en un momento tan frágil como este?
B. Z. C.: El COPINH y nosotras somos plenamente conscientes de que estamos viviendo una crisis climática, a nivel mundial. Pensamos que el aporte que podemos hacer en este proceso es en la defensa de los bienes comunes, que debe conjugarse con el ejercicio de los derechos a las comunidades indígenas. Constituciones como la de Honduras decían que los territorios de los pueblos indígenas eran territorios deshabitados, donde no había nadie; eran territorios bárbaros. Y esa ha sido la filosofía bajo la cual ha operado. Por eso, para nosotras, es muy importante el reconocimiento no sólo en Honduras, sino a nivel del mundo, de los derechos territoriales e íntegramente de todos los derechos de las comunidades indígenas que históricamente hemos sido protectoras de los bienes comunes y de la naturaleza.
También, para nosotras, es muy importante visibilizar las relaciones económicas que atraviesan el ejercicio del saqueo de los territorios, donde hay inversores internacionales que financian el despojo de las comunidades indígenas y donde, por ejemplo, la industria y la banca europea tenían un papel fundamental. e ha hablado de tratados vinculantes entre empresas y derechos humanos, pero lo que queremos es que esos mismos derechos que se aplican a Europa sean aplicados acá, porque estamos seguras, que no se permitiría que se les esté dando dinero, por ejemplo, del pueblo de Holanda a un proyecto que ha sido señalado por el asesinato de compañeros y compañeras indígenas. Por ejemplo, cuando entró el Banco Holandés de Desarrollo (FMO), ya había sido asesinado el líder comunitario Tomás García por un militar que resultaba parte del plantel de DESA. Eso fue probado en un juicio histórico, cosa también muy importante.
Sabemos que hay unas relaciones y una dinámica internacional económica que da financiamiento y que posibilita la materialización de estos proyectos asesinos, criminales y saqueadores. En ese sentido, para nosotras es muy importante analizar esa dinámica internacional.
Sabemos que los pueblos que hemos salvaguardado la naturaleza no podemos estar asumiendo la responsabilidad del cambio climático si los países que son los contaminantes no lo están haciendo. Hacen un consumo desmedido y perpetúan una dinámica económica en el mundo que ha sido injusta, desigual y que ha puesto en sacrificio la naturaleza.
Esos son parte, digamos, de nuestros pensamientos para hacer frente a estas amenazas. Nuestra labor es defender nuestros territorios, sus bosques, sus ríos, sus montañas, sus subsuelos y también cuestionar esas falsas dinámicas ecológicas que están basadas en el negocio y no realmente en la preocupación honesta y sincera sobre cómo salvar la vida humana; porque la vida de la naturaleza, cómo se sabe, va a seguir, va a mutar, se va a transformar. Pero bueno, la vida humana también. Y pues, ¡que sea un un mundo donde seamos menos sacrificados los pueblos que más hemos cuidado la naturaleza!
B. de la T.: También has liderado una campaña para apoyar un proyecto de ley en EE.UU. para que se suspenda el apoyo militar a Honduras hasta que se tomen acciones serias contra los asesinatos de activistas en tu país. ¿En qué punto está este tema?
B. Z. C.: Actualmente, la Ley Berta Cáceres de Derechos Humanos en Honduras sigue estando vigente en Estados Unidos. Y, a pesar de que Honduras vivió un cambio de gobierno, creemos que históricamente es el ejército quien ha tenido un papel que no tiene que ver con la garantía de los derechos territoriales o de los intereses de nuestro propio país, sino que ha cumplido un papel de violentar a su propio pueblo y, en el caso de las comunidades indígenas, de intentar someterlas bajo el ejercicio de la violencia. Pero, más que eso, se ha convertido en una entidad seriamente cuestionada por el ejercicio activo de violación a los derechos humanos, por sus vínculos con desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Y eso se relaciona con el asesinato de mi mami: cinco de las personas que han sido ya enjuiciadas fueron militares activos o fueron entrenados militarmente en el ejército. Y eso no es una coincidencia. Está marcando un claro argumento del papel y la función que están cumpliendo los ejércitos: el de entrenar prácticamente a paramilitares y asesinos que están cometiendo graves violaciones a los derechos humanos. En ese sentido, nosotras seguimos haciendo campaña a favor de que, mientras no sean enjuiciados criminales y militares relacionados con violación a derechos humanos –no sólo en el caso de nuestra madre, sino también en el caso, por ejemplo, de liderazgos de campesinos y campesinas en el Bajo Aguan que han venido luchando por su tierra–, no se siga dando financiamiento de parte de los Estados Unidos a Honduras, porque eso se ha traducido en un mayor ejercicio de la violencia. Nuestra idea es seguir levantando un poco la voz con la fuerza de esta campaña tan importante, para también hacer presión política y repensar la función de los ejércitos y de los militares y de qué tipo de entrenamiento se está dando, que termina en el ejercicio de violencia.
B. de la T.: En 2017 asumiste el mismo cargo que tuvo tu madre, coordinadora general del COPINH, desde donde continúas esa lucha, en especial contra el desarrollo de megaproyectos extractivistas que amenazan a la comunidad lenca y todo su ecosistema. Poco después de tomar el cargo sufriste un atentado. ¿Hay alguna investigación en curso? ¿Has sufrido más tentativas desde entonces? ¿Vives con miedo?
B. Z. C.: El atentado que yo viví ya no me acuerdo en qué año fue, creo que en 2017… fue reciente. Se hizo una investigación parcial, ya que hubo también mucha denuncia internacional y un poco las autoridades respondieron a esa presión. Nunca fui informada de cómo terminó el proceso. Sin embargo, sí se identificó al agresor de este incidente y se le intentó exculpar de toda responsabilidad. Fue detenido y poquito después de ser interrogado, fue liberado. Después no tuve mayor información y no he sufrido más atentados como este.
Sin embargo, lo que hemos padecido son unas campañas de desprestigio muy fuertes, poniendo en duda o en tela el juicio las razones por las cuales realizamos esta lucha por justicia.
Tenemos claro el nivel de impunidad y el nivel también de agresión y de violencia que se vive en nuestro país y donde nada, digamos, nos hace estar seguras o protegidas. Sin embargo, sí somos plenamente conscientes de eso y de que este elemento de persecución política nos hace tener una vida un poco atropellada, que no se puede considerar muy normal que se diga. Pero nosotras no tenemos como centro el miedo en el ejercicio de nuestra labor, porque esta labor no puede hacerse si se tiene miedo. Una no puede vivir teniendo miedo todo el tiempo. Eso es insano, ¿verdad? Pero bueno, somos conscientes de eso. Nos tratamos de cuidar, sobre todo colectivamente. Ya que el Estado de Honduras sigue siendo ineficiente en la salvaguarda de la vida de nosotras. Pero sí apostamos por ese cuidado colectivo y también por trabajar nuestros miedos, nuestros temores dentro de nuestros espacios organizativos, para que nunca vaya a ser el miedo lo que prime.
B. de la T.: ¿Cuál es la diferencia ante el liderazgo de las mujeres al frente de este tipo de iniciativas? ¿Son mayores los riesgos?
B. Z. C.: Lo que hemos visto es que el ejercicio de liderazgo desde las mujeres es mucho más complejo, ya que se vive con una serie de cuestionamientos muy fuertes, de todos lados. En ese sentido, somos un sector mucho más vulnerable y con más facilidad de sufrir agresiones de todo tipo. Los mayores riesgos que se han vivido, en general, son las amenazas a las familias, a la integridad física, las agresiones sexuales o el acoso sexual que se vive, que es muy grande.
Las grandes campañas de desprestigio vinculadas también a la condición de mujer. Éstos son parte de los riesgos: las amenazas permanentes a la vida y la vulneración de sus espacios privados y de sus espacios de trabajo.
B. de la T.: ¿Cuáles son tus principales objetivos? ¿Qué proyectos representan la principal amenaza para tu comunidad en este momento?
B. Z. C.: Bueno, respecto a los principales objetivos de mi lucha, lógicamente, el primero es lograr contribuir a la justicia para el pueblo lenca a través de la justicia integral a la causa de mi madre. Ese sería uno. El otro es lograr la cancelación del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca en Río Blanco.
También lograr que el Estado de Honduras reconozca los territorios que son posesión ancestral e histórica de las comunidades del pueblo lenca y contribuir al fortalecimiento de la autonomía y el respeto a los mismos, el reconocimiento a sus derechos hacia las comunidades del pueblo.
Agua Zarca sigue representando la principal amenaza para mi comunidad en este momento. Un proyecto que siguen concesionado a pesar de que mi madre fue asesinada, a pesar de toda la denuncia, a pesar de que hay personas de esta empresa que fueron encarceladas. Pero esa concesión sigue vigente y hay muchas más concesiones de proyectos hidroeléctricos en nuestro territorio: se dieron 51 concesiones durante el golpe de Estado y siguen siendo una amenaza muchas de ellas, donde las comunidades siguen luchando para lograr que sean canceladas.
B. de la T.: ¿Qué papel han representado históricamente las mujeres en la salvaguarda de la soberanía de los territorios de los pueblos originarios?
B. Z. C.: En el pueblo lenca las mujeres han sido las encargadas de promover la cultura y la espiritualidad, que es el elemento central de la defensa de los territorios a través de las diferentes ceremonias, de la transmisión de la cultura y la dirección de los procesos espirituales.
Además, han tenido un papel muy fuerte en el liderazgo, en la defensa de la tierra para que, como las mismas compañeras dicen, las nuevas generaciones tengan un lugar donde vivir y aprendan el valor de la tierra. Y bueno, también en organizar a las comunidades y abordar los problemas emocionales y sociales que padece cada una de ellas, intentando resolverlos. También participando de los procesos de comunicación popular, que en el COPINH son muy importantes a través de sus radios comunitarias.
B. de la T.: Las comunidades indígenas tienen cosmovisiones íntimamente ligadas a la tierra y no suelen establecer una gran diferenciación entre seres vivos y no vivos, humanos y no humanos, sino que perciben el planeta como un todo holístico, vivo e interconectado. ¿Cómo es en el caso de la comunidad lenca? ¿Cómo podemos incluir esa cosmovisión en un paradigma occidental que ha colonizado territorios, cuerpos y culturas?
B. Z. C.: Para el pueblo lenca, su cosmovisión y relación con la tierra y todos los elementos vivos pasa por poner muy en el centro el valor de la Tierra. Por eso, nuestra ceremonia principal es un pago en agradecimiento a la Tierra, por todo lo que nos da, que incluye el alimento, el agua, los animales y todo lo demás. Suele ser una relación muchísimo más respetuosa con la vida y la diversidad, reconociendo su importancia también para salvaguardar nuestra propia supervivencia. En nuestra cosmovisión hay también un fuerte valor de los bienes comunes, como por ejemplo los ríos, donde viven también espíritus sagrados; o las montañas, donde esos espíritus reclaman si se ha maltratado a la Madre Tierra si no se han hecho las ceremonias que competen. En nuestra cosmovisión existen también los naguales, que son los animales con los que nosotras tenemos una relación simbiótica ya que, si a veces hacemos daño a los animales, podemos hacer daño a una persona o a nosotras mismas sin saberlo. Eso es parte de esa relación con los seres vivos y con los animales, con la vida, con el agua y con todos los elementos que forman parte de la naturaleza.
Yo creo que es difícil responder a la pregunta de cómo incluirla como parte del paradigma occidental, porque nosotras estamos viviendo un momento de homogeneización cultural, e incluso donde los mismos pueblos originarios estamos siendo afectados y vemos cómo se van perdiendo también nuestras culturas y muchos de nuestros elementos fundamentales.
Yo creo que la gran batalla también es por la diversidad en todos sus sentidos: que incluya la diversidad y el respeto a las diferentes cosmovisiones y la protección también a esas culturas, porque sabemos que esa modernización cultural que viene del paradigma del capitalismo también está terminando con esas expresiones culturales. Yo creo que lo importante no es replicar la misma cultura para todos los pueblos, porque cada pueblo tiene sus propias cosmovisiones y, si buscamos, también sus propias historias y leyendas. Algo que es muy importante es reconocer en todos los pueblos —incluso de los pueblos blancos y colonizadores — su bagaje cultural, sus creencias. Recuperarlas, darles valor y ver cómo replicarlas en las futuras generaciones. Seguramente eso traería un impacto positivo también al entendimiento de la vida y las relaciones con la naturaleza.
B. de la T.: ¿Qué papel crees que pueden jugar el arte y la cultura en la construcción de este nuevo relato, en construir una nueva cosmovisión?
B. Z. C.: Yo creo que el papel del arte y la cultura son muy importantes ya que nosotras, por ejemplo, sin nuestra cultura no lucharíamos por la Tierra ni por todo en lo que creemos. El centro de nuestra defensa de los bienes comunes tiene que ver con que nosotras creemos en otros mecanismos de relacionarnos con la Tierra y en otras maneras de ser, y en ese sentido, creemos que también frente a todas las violencias, frente a la pérdida de paradigmas sociales, el arte tiene la función de hablar de esas otras formas de ser, pero también de sanar todas las violencias que ya hemos atravesado los pueblos. Creo que el papel central de la defensa de la vida tiene que ver justamente con el acervo cultural que tenemos los pueblos: de nuestra sabiduría, de nuestros valores, de esas otras maneras de ser y estar en la Tierra, que muchas veces no son comprendidas por los grandes bancos internacionales o por los empresarios que sólo ven a la naturaleza como un objeto de explotación y de ganancia.
B. de la T.: Has conocido a otras mujeres fervientes defensoras de los ecosistemas y de los derechos indígenas, también en otros estados. ¿Qué papel han jugado las mujeres en otras comunidades de pueblos originarios y cómo has visto cambiar sus roles?
B. Z. C.: Bueno, creo que el papel de las mujeres se ha ido fortaleciendo: su liderazgo político ha sido resultado de los distintos esfuerzos y ejercicios de justicia también a nivel interno. Pienso que hoy es más fuerte ese papel y hoy estamos viviendo en una mejor situación, producto también de las luchas que se han hecho por generar otras condiciones de vida para las mujeres. Otro elemento muy importante es que, frente a las acciones de violencia y en los momentos más difíciles que ha tenido nuestra organización en nuestro pueblo, han sido las mujeres las que han sostenido el proceso organizativo en esos momentos maduros. También las que nos han sostenido emocionalmente, las que nos han fortalecido desde las espiritualidades de nuestros pueblos. Esos ejercicios de sanación, de justicia, de liderazgo colectivo, nos han permitido continuar hasta hoy. Por ejemplo, a mí me han permitido continuar en la coordinación de nuestra organización.
B. de la T.: Está demostrado que las consecuencias de la crisis medioambiental y climática recaen de manera desproporcionada sobre las mujeres. ¿Cómo las has vivido y cómo se viven en tu propia comunidad?
B. Z. C.: El pueblo lenca está compuesto por un número muy importante de comunidades. Es relativamente diverso, relativamente grande. Ha habido muchos ejercicios de violencia empresarial, de violencia de Estado, pero también a nivel personal se viven de manera diferenciada. Es muy recurrente que a las mujeres que luchan por los territorios les amenazan a su familia y procuran el daño a sus familias para desarticularlas y golpearlas tanto que queden prácticamente paralizadas frente a estas situaciones.
Algo muy importante que trae la crisis ambiental es que, para las mujeres que tienen la salvaguarda de los territorios comunales, se convierte en un ejercicio muy complejo. Además de las afectaciones emocionales que se viven a largo plazo, supone vivir ejercicios de violencia permanentes, también muy relacionados con la violencia y el acoso sexual –que es muy importante visibilizar y denunciarlo incluso cuando pasa en nuestros propios espacios internos y no tiene una relación directa con las empresas o los actores externos–, y también con las opresiones que a nivel interno se viven dentro de cada una de las comunidades. Aquí, todavía hay una situación instalada de manera muy compleja, que intentamos resolver mediante las diversas opciones de justicia, pero que no son fáciles. Y tampoco es fácil después reconstituir los tejidos sociales o los tejidos familiares cuando estos han sido rotos por tantas situaciones como estas.
B. de la T.: Berta Cáceres se ha convertido en un símbolo de los ecofeminismos, que analizan la imbricación entre la violencia y opresión sobre las mujeres y la ejercida sobre los ecosistemas. ¿Cómo afectó a tu madre en su lucha por la justicia ambiental el hecho de ser mujer?
B. Z. C.: Negativamente. A mi madre la lucha por la defensa de los territorios le supuso vivir bajo mucha persecución política, vivir amenazada y constantemente en la zozobra de poder ser asesinada. Incluso habló con la organización, con nosotras, sobre qué debíamos hacer si a ella la llegasen a asesinar, cómo continuar la lucha.
Le costó su vida. Los últimos años de su vida fueron muy complejos y, a pesar de eso, llevó esta lucha de manera muy entusiasta y alegre, porque estaba segura de que había una fuerza tan grande en las comunidades del pueblo lenca que, pasara lo que pasara, esa lucha iba a ser victoriosa. Algunas de nosotras tuvimos que salir del país por esa misma situación, estar un poco distantes físicamente. Se hacen muchos sacrificios también a nivel de las relaciones interpersonales con las familias, con muchos cuestionamientos públicos. Creo que también su enseñanza es que, ante las adversidades que se puedan tener, dar la mejor cara y darle, como decimos acá, vuelta a la tortilla. De una constitución difícil, convertirla en oportunidades. Y, desde ese lugar, también seguir desafiando a quienes nos oprimen, ¡y hacerlo con valor y alegría!
Bertha Zúñiga Cáceres – Biografía
Bertha Zúñiga Cáceres (1990) es una activista social hondureña. Desde mayo de 2017 se desempeña como coordinadora general del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Desde este cargo, lidera la lucha social y medioambiental contra la instalación de megaproyectos que amenazan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales del pueblo lenca. Es hija de la líder social Berta Cáceres, asesinada en 2016.